Carmen

Era un desbarajuste de nervios, recuerdo que era uno de mis peores momentos cuando ella apareció por la ventana y me saludó, yo no sabía si fiarme y era receloso a abrirme a ninguna persona, ella fue ganandome poco a poco entre conversaciones a través de la ventana  la cual tenia unos barrotes que parecían los de una prisión y muchos porros hasta que logró convencerme de que saliese de la espiral de destrucción en la que me encontraba, de modo que me busqué un nuevo apartamento,más parecido a una madriguera que a una casa habitable pero ¡qué demonios! era mi nuevo hogar o por lo menos un lugar del que hacer mi hogar, comencé de cero y conocí gente nueva, la vida volvió a transcurrir en alegres días de fiesta en calles estrechas llenas de perros con mala follá  hasta que un día ella se presentó en la puerta de la madriguera, nos besamos, nunca nadie me había besado así y nunca había querido besar a nadie de esa forma, era como estar en casa y sentirte arropado por quien te quiere, la noche transcurrío entre vino, ciné antiguo francés y el único CD que funcionaba en toda la casa, hablamos durante toda la noche sobre todo lo que se nos ocurrió hasta que de repente fue de día, el resto del fin de semana lo recuerdo como una borágine de carne, saliva y sudor que se entremezclaban por todas partes, la mayor parte la pagó la pobre madriguera pero no me importaba nada, salía con menos miedo a la calle y no me asustaba en cada esquina, ella me miraba y sentía poder con el peso del mundo aunque realmente no fuese así y me perdía lo que a mi me parecían horas en cada lunar de su cuerpo, pero el fin de semana tocaba a su fín prometiendo volver a vernos en una despedida efusiva llena de besos, vi a Carmen dos veces más y  un día de repente, como cuando vas por la carretera y no sabes cómo, acabas con tu coche contra un arbol, no volví a saber de ella.

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